México había concursado ya para convertirse en la sede de los Juegos de la XVII Olimpiada. En esta ocasión se impuso a las ciudades de Detroit y Lyon, que también presentaron su candidatura, así como a Buenos Aires, la que redondeando toda una plusmarca de vocación olímpica, competía por cuarta vez para ser sede. En toda la historia del Olimpismo, el mundo hispánico no había organizado jamás unos Juegos, y ello motivó quizá a los miembros del Comité Olímpico Internacional en el momento de tomar su decisión. En otro sentido, México, después de 72 años, sería, junto con Atenas, el otro país no industrializado candidato a convertirse en anfitrión olímpico1.
Los recelos de los sectores anglosajones no tardaron en hacerse sentir, poniendo en duda la eficacia que pudiera demostrarse en la organización del acontecimiento deportivo, así como la negativa influencia que la altura podría tener en el marco de las competiciones, habida cuenta que la capital azteca está ubicada a 2.420 metros de altitud. El problema técnico fue meticulosamente estudiado, llegándose a la conclusión de que a partir de los 2.000 metros, la incidencia oxigénica del aire, sería beneficiosa para las pruebas de esfuerzos cortos (saltos y lanzamientos) y perjudicaría los de tensión continuada (carreras largas y encuentros de equipos).
Diversas pruebas preolímpicas se concertaron durante los dos años anteriores a los Juegos para que sirvieran como aclimatación y asesoramiento científico de los diferentes equipos. Al fin, los escollos organizativos y técnicos que se habían alegado contra México lograron ser superados. El primero, debido a la fuerza monolítica que ejercía el partido en el poder, hoy en trance de recuperar su hegemonía, y el segundo, al demostrarse la genérica bondad del medio que ulteriormente había de propiciar todo un récord olímpico de récords olímpicos al superarse 257 de esta clase y 17 mundiales, batiéndose sólo en atletismo nueve plusmarcas de esta categoría.
Pero, actualmente el Olimpismo es la fuerza sociológica más poderosa de nuestro atribulado siglo y su manifestación festiva, los Juegos, constituye la mayor caja de resonancia o publicidad para cualquier tipo de facción o grupo ansioso de notoriedad2. De ahí, que contra la clara esencia de los ideales filosóficos del olimpismo, la concentración que genera la olimpiada intente, en la mayoría de las ocasiones, instrumentalizarse como tribuna propagandística de las más diversas ambiciones.
Medallas de los Juegos de la XIX Olimpiada - Mexico 1968
En este sentido, México fue el escenario de dos intentos que tuvieron lugar, respectivamente, fuera y dentro del Estadio, y que se reprimieron con trágica dureza uno y adecuado rigor el otro. El gasto considerable que suponía la organización fue criticado agriamente por grupos de oposición de izquierda, que agitarían a sectores estudiantiles y universitarios. Estos grupos censuraban la falsa imagen que se pretendía dar de un país con una ciudad prepotente en su grandioso acontecimiento universal, en contraposición a una realidad que presentaba un extenso territorio pobre, desasistido de la Administración y habitado por una población con unas condiciones de vida en su mayor parte miserables.
Diez días antes del comienzo de las competiciones deportivas, 10.000 contestatarios se manifiestan en la plaza del Zócalo mexicana, frente a la catedral y al Palacio Nacional. La balasera provocada por una unidad del Ejército, aplastó la protesta, causando un indeterminado número de muertos, próximo, según diversas estimaciones, a los 250, y cerca de 100 heridos.
Plaza del Zocalo - México DC - 1968
Pero, esta vez dentro del Estadio, el Black Power (poder negro americano) también utilizó el podio olímpico para dar mundial notoriedad a sus reivindicaciones. «Estamos cansados de ser utilizados como caballos de exhibición», diría Tom Smith, uno de sus protagonistas y que como estudiante de ciencias sociales, había participado en su país en diversos mítines reivindicativos sobre la injusta desigualdad racial. Cuando el 16 de octubre Smith y su compatriota y hermano de raza John Carlos ocuparon el primer y tercer escario del podio olímpico, en la entrega de medallas de la final de 200 metros lisos, ambos se presentarán sin zapatillas, luciendo unos calcetines negros y enguantadas sus manos derecha e izquierda (no debían de tener más que un par) con guantes también negros3. Cuando la bandera americana es izada en el mástil y las notas del himno resuenan en el estadio, ambos atletas levantarán amenazantes sus puños enguantados mientras bajan la cabeza para no mirar su insignia nacional. Al día siguiente, ambos atletas serán excluidos del equipo americano y obligados a abandonar la villa olímpica. Dos días más tarde James, Evans y Freeman, copadores de la final de 400 metros, levantarán de nuevo los puños enguantados en el podio al que acuden tocados con boinas también negras4.
Black Power
El lamentable espectáculo que se decanta en el podio olímpico de México era la espectacular campanada propagandística que como punta de iceberg coronaba toda una tensa y soterrada campaña previa iniciada un año antes en los Estados Unidos. Las aparentes igualdades democráticas quebraban ante una discriminación social evidente, en donde los negros se sentían y eran marginados ante el colectivo de sus conciudadanos blancos. El gigante Harry Edwards, ex baloncestista de la Universidad de San José de California y a la sazón profesor de sociología en la misma, atizaba y dirigía la campaña reivindicativa en la que barajaba como incisivos triunfos de acción, la espectacular manifestación y actuación pública de los grandes campeones negros. El golpe de efecto, que a su juicio culminaría en la mundial concienciación social, sería la avizorada plataforma cósmica del podio olímpico, lo que necesariamente habría de provocar interrogantes en todas las naciones del mundo sobre la efectiva realidad de la tan aireada por equitativa y ejemplar democracia, del país más poderoso de la tierra. Su juicio valorativo, evidentemente, fue certero, como inigualable eficaz medio propagandístico a sus fines, pero la lógica de la justa procedencia del lugar elegido, quebraba lamentablemente ante tan burdo planteamiento. Era su nación de origen, en el polimorfo entramado de sus estados, ciudades, calles, plazas, universidades, estadios, clubes o escuelas, el procedente y adecuado foro en donde batallar contra la arbitraria e inhumana desigualdad establecida. Pero, ¿cómo hacerlo dentro del contexto festivo de la más importante concentración sociológica del mundo uno de cuyos postulados fundamentales es el más puro y democrático igualitarismo y su básica esencia la más profunda indiscriminación en su sentido más lato? La escena del Black Power en México, pasará a la historia olímpica, como un anacronismo más dentro de la variopinta parasitología que, en desigual medida pero de forma reiterada y persistente, pretende la partidista instrumentalización de los Juegos.
Pero los Juegos de México fueron, pese a todo, una maravillosa demostración de arte, de ingenio, de colorido y hospitalario calor popular. El fuego olímpico por primera vez tocará España en su ruta hacia América. El día 31 de agosto llegará a Barcelona en el barco italiano Palinuro y en carreras de relevos atravesará la Península, pasando por Madrid para llegar a Palos de Moguer el 11 de septiembre, haciendo la última posta Cristóbal Colón de Carvajal, último descendiente directo del Almirante del Mar Océano. Siguiendo evocadoras rutas marinas la llama llegará a Bahamas (la histórica Guanahaní) para continuar la ruta continental de Hernán Cortés hasta Teotihuacán, la ciudad sagrada de los aztecas y ganar las pistas del Estadio en la histórica fecha del 12 de octubre, portada en su último relevo y por primera vez en la historia, por una mujer, la esbelta atleta mexicana Enriqueta Basilio, especialista en vallas, que será la que alumbrará el gran pebetero del Estadio5.
En otro sentido, una vez más, las fechorías imperialistas de la URSS habían alterado el panorama político. La invasión que dos meses antes de la celebración de los Juegos habían protagonizado los carros de combate soviéticos en Checoslovaquia, motiva la entusiástica y cálida acogida por parte del público al equipo checo en el desfile inaugural. A su vez la checa Vera Caslavska se impondrá después en las pruebas de gimnasia, consiguiendo cuatro medallas de oro y dos de plata. Ella se convirtió en la auténtica reina femenina de los Juegos Olímpicos de México, eclipsando con su prodigiosa actuación a todas las demás contrincantes.
Pebetero Mexico 1968
Bob Beamon y Dick Fosbury serán las estrellas de México. El elástico negro americano que tenía acreditado un registro personal de 8.33 en salto de longitud, se plantó en 8.90 en un intento prodigioso y espectacular en el que elevándose en su parábola más de dos metros, consiguió un registro del año dos mil, al pulverizar el récord del mundo en poder de Ralph Boston en 53 centímetros más.
Bob Beamon (USA)
La conmoción deportiva y científica fue total, y los más minuciosos trabajos se centraron sobre hazaña tan inconcebible. Veintitrés años habrán de pasar para que otro americano, Mike Powel, en prodigioso salto superase en cinco centímetros la excepcional hazaña deportiva. El Profesor Ernest Jokl del CIEPS de la Unesco, realizó una investigación sobre el tema con la que dio la vuelta al mundo6. Al mismo tiempo un rubio estudiante de Oregón, Dick Fosbury, arrinconó para siempre con su nuevo estilo de salto de altura a todas las técnicas precedentes. Su mejor registro en México de 2.24 metros, fue menos convincente que su estilo, que se generalizó a partir de entonces. El “fosbury” como se llamará, es un meditado sistema que cumpliendo con los condicionantes técnicos de la federación se encaminó hacia el récord, con olvido de la mecánica lógica de la prueba, que de no ser por la sofisticada amortiguación de la caída, sería impracticable en su nueva versión.
Dick Fosbury (USA)
El talante genéticamente creativo y artístico del pueblo mexicano propició una memorable Olimpiada Cultural, con un variado calendario de veinte concursos en los que tomaron parte famosos escultores, pintores, músicos, poetas y artistas venidos de los cinco continentes, atraídos por una pensada y acertada organización, que propició su compromiso participativo y a la par ofreció al país un inigualable marco de relumbrón cultural durante más de un año. El arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, Presidente del Comité de Organización, supo dar a todas las manifestaciones culturales el personalísimo y vigoroso matiz del estilo mexicano. Instalaciones deportivas de avanzado diseño y decoración genialmente artística fueron construidas para la ocasión y el tartán como revolucionario material de las pistas de competición fue utilizado por primera vez. También por primera vez se arbitraron los controles de dopaje y de sexo, lo que apartó de las pistas por este motivo, a conocidas figuras soviéticas como las hermanas Irina y Tamara Press, femeninamente poco agraciadas y que en anteriores ediciones de los Juegos habían conseguido cinco medallas de oro7.
En los Juegos de México fue donde por primera vez se incorporaron a los Estadios las novedades tecnológicas que, junto a las nuevas técnicas atléticas y a la altitud a la que se encontraba la ciudad, iban a propiciar la consecución de marcas con las que en ese momento ni siquiera se podía soñar.
Aunque, por otra parte, también es importante reseñar que el factor altitud, que tanto favoreció a los deportistas en las carreras cortas y en los concursos, unido a un calor y bochorno sofocantes imperantes durante aquellos días en México, surtió el efecto contrario en todas las pruebas de fondo y resistencia. Los agotamientos y desvanecimientos de los atletas estuvieron a la orden del día, y los resultados se obtuvieron en función, en muchas ocasiones, del origen geográfico de los concursantes. Aquellos acostumbrados a climas tórridos consiguieron mejores marcas que los que provenían de países con climas más benignos.
Manuel Santana (ESP)
El tartán, un nuevo material sintético con el que se construyó la pista de atletismo, supuso la primera ocasión en la que los atletas, además del esfuerzo en la competición, no tenían que luchar contra el deterioro de la pista debido a factores climatológicos. Al mismo tiempo, este nuevo material aumentaba sensiblemente el rendimiento técnico, fundamentalmente en saltos y carreras de velocidad.
También en estos Juegos se hizo todo un alarde tecnológico en lo referente a luminotecnia, marcadores electrónicos de campo y material de control y señalización. Entre estos últimos se incluían todo un despliegue de anemómetros que fueron repartidos por toda la pista, aunque no siempre funcionaron. El caso más flagrante parece se produjo en el salto de Beamon, donde los testigos afirman que soplaba un auténtico huracán a favor y, sin embargo, los jueces de la prueba, sólo registraron dos metros por segundo, velocidad límite permitida para homologar cualquier récord en salto de longitud.
El tenaz y hercúleo atleta Alfred Oerter conquistará con récord su cuarta medalla de oro olímpica en lanzamiento de disco y la Alemania del Este desfilará por primera vez bajo este rótulo, que cambiará en la próxima edición por República Democrática Alemana.
Durante el período olímpico (olimpiada) que los Juegos de México inician, se ha de producir una acelerada evolución del deporte de alta competición hacia un profesionalismo evidente, generado mayoritariamente por importantes firmas comerciales que retribuyen generosamente a las grandes figuras campeoniles las que, a través de su conocida efigie premiada con la gloria deportiva, aceptan el anuncio de productos comerciales, acordes así con el sistema de una sociedad de consumo de parámetros éticos amorales. El COI intenta frenar el abuso e impedir la inexorable mutación del deporte de alto nivel por ser la base operativa del olimpismo. La modificación de la regla 26 de la Carta Olímpica fija y concreta los límites de dedicación del deportista, intentando con ello que su quehacer competitivo sea sólo una ilusionante parte de su vida pero no «su vida»8. Próximo ya a iniciarse el nuevo período olímpico que marcarían en 1972 los Juegos de Sapporo y Munich, el Presidente Brundage en su infatigable misión de apóstol del deporte no profesionalizado, envía reiterativamente cartas circulares a Comités Olímpicos Nacionales y miembros del Comité Olímpico Internacional, recordando normas, denunciando realidades y plasmando advertencias9.
Los X Juegos Olímpicos de Invierno se desarrollaron en la localidad francesa de Grenoble entre los días 6 a 18 de febrero del año olímpico siendo presidida la ceremonia inaugural por el General Charles de Gaulle. La pareja rusa compuesta por Belousova y Protopopov vuelve a ganar la medalla de oro en patinaje artístico y el esquiador francés Jean Claude Killy se convierte en héroe nacional al conseguir la medalla de oro en las tres especialidades de esquí alpino.
Fuente: DURÁNTEZ, Conrado: Las Olimpiadas Modernas, Madrid. 2004, pág. 31 y ss.
CONRADO DURÁNTEZ
Es Presidente de Honor del Comité Internacional Pierre de Coubertin, Presidente fundador del Comité Español Pierre de Coubertin, Presidente fundador de la Asociación Panibérica de Academias Olímpicas y también Presidente fundador de la Academia Olímpica Española y Miembro de la Comisión de Cultura del Comité Olímpico Internacional hasta 2015. Ha intervenido en la constitución de más de una veintena de Academias Olímpicas en Europa, América y África. Su vocación por el Olimpismo ha sido proyectada en constantes y numerosas intervenciones en congresos mundiales, conferencias y simposios diversos, así como en la publicación de numerosos artículos en periódicos y revistas especializadas nacionales y extranjeras dedicados al examen y estudio del fenómeno olímpico.
Fuente vídeo: http://www.youtube.com
CITAS:
1 FLEURIDAS, C y THOMAS R.: Les Jeux Olympiques, pág. 70.
2 DURÁNTEZ, Conrado: La Academia Olímpica Internacional como órgano difusor de la filosofía olímpica, Academia Olímpica Española, XXII Sesión.
3 DURÁNTEZ, Conrado: “Juegos Olímpicos. La larga marcha“, El País, junio 1988.
MANDELL, R.: Historia cultural del deporte, pág. 263.
GRAUPERA, M. Hortensia: Olimpismo y política, págs. 225-228.
4 DURÁNTEZ, Conrado: El Olimpismo y sus juegos, pág. 68.
5 DURÁNTEZ, Conrado, Olimpia, págs. 394 y 404-408.
DURÁNTEZ, Conrado, La Antorcha Olímpica, págs. 96 a 129.
6 JOKL, Erns: "Le prodigieux saut de Bob Beamon », Revista Olímpica, 1970.
7 CHANDLER, William: Historia de los Juegos Olímpicos, pág. 60.
BERLIOUX, Monique: «Femineidad», Revista Olímpica, 1968, n° 3, pág. 1.
Comisión Médica del C.I.0., «Pruebas para determinar el sexo», Revista Olímpica, 1968, n.° 5, pág. 22.
8 BRUNDAGE, Avery: «A los Comités Olímpicos Nacionales», Revista Olímpica, 1971, pág. 578.
9 Revista Olímpica, 1972, págs. 11-14.