Pierre de Coubertin concibió, planificó, puso en marcha y dirigió el movimiento olímpico moderno y para darle autonomía trascendente y entidad en su mensaje filosófico, lo dotó de una serie de emblemas y ritos que llegan a configurarlo dentro de una antinomia de contrasentido terminológico, al constituir formalmente una religión laica.
Juramentos, desfiles, himnos, banderas, símbolos... todo ellos entraña un ropaje aparencial de una liturgia religiosa, cuyo mensaje carece de destinatario teológico, al no tener un dios al que rendir culto, quizá porque, como ocurrió en el clasicismo helénico con el símbolo agonístico y olímpico de la kalocagathia, el honrado destinatario anónimo de tan complejo ritual, sea el hombre mismo a cuya perfección y equilibrio es dedicado el simbólico ropaje festivo de los Juegos y su base de confrontación deportiva[1].
La bandera y el símbolo olímpico
Los cinco anillos entrelazados en color azul, amarillo, negro, verde y rojo, representan a los cinco continentes del mundo indisolublemente unidos por el deporte. Ideado por Coubertin en 1913, es este símbolo tema central y principal de la bandera olímpica, que con fondo blanco y sin orla, conjuga en estos cinco colores el variado cromatismo de todas las banderas del mundo. Concebida la bandera olímpica también por Coubertin en 1913, son confeccionadas las primeras unidades en el comercio del Bon Marché, de la parisina calle de Bac [2], próxima a la de Oudinot, donde Coubertin residió.
Por primera vez fue oficialmente presentada la bandera olímpica duramte el Congreso de París en 1914, conmemorativo del XX aniversario del restablecimiento de los Juegos Olímpicos modernos, siendo en 1920, durante los Juegos de Amberes también, la primera vez que ondeo en un estadio olímpico [3]. Coubertin expresaba entusiasmado, la concepción de los nuevos símbolos: "Estos cinco anillos, azul, amarillo, verde, rojo y negro, representan las cinco partes del mundo unidas en adelante al olimpismo y prestas a aceptar fecundas rivalidades. Además, los seis colores (comprendido el fondo blanco) y combinados, representan los de todas las naciones sin excepción. El azul y amarillo de Suecia, el azul y blanco de Grecia, los tricolores francés, inglés y americano, alemán, belga, italiano y húngaro, el amarillo y rojo de España, se acercan a las innovaciones brasileña o australiana, con el viejo Japón y la joven China. He aquí verdaderamente un emblema internacional" [4].
El Himno Olímpico
El Himno Olímpico (en griego Ολυμπιακός Ύμνος) es una pieza musical compuesta por Spirou Samara con palabras de un poema del griego Kostis Palamas. Se cantó por primera vez el 25 de marzo de 1896, por un coro compuesto por miembros de las sociedades musicales de Grecia, en la ceremonia inaugural de los I Juegos Olímpicos de Atenas 1896 en el Estadio Panathinaiko.
Fue aprobado por el Comité Olímpico Internacional en su 55º Sesión en 1958 en Tokio, Japón. Oficialmente el himno solo existe en griego, inglés y francés; debido a que éstos dos últimos son los idiomas oficiales del COI.
Himno Olímpico - Ceremonia de Inauguración de los Juegos de la Olimpiada de Atenas 2004
Himno Olímpico - Traducción al castellano [5]
Espíritu inmortal de la antigüedad, Padre de lo verdadero,
lo hermoso y lo bueno. Desciende,
preséntate, Derrámanos tu luz sobre esta tierra y bajo este cielo,
Que fue el primer testigo de tu imperecedera fama.
Dad vida y vivacidad a eso nobles juegos
Arrojad, guirnaldas de flores que no palidecen.
¡A los victoriosos en la carrera y en la contienda!
¡Crea, en nuestros pechos, corazones de acero! (se repite)
En tus ligeras llanuras, montañas y mares
Brillan en un matiz roseo y forman un enorme templo
En el que todas las naciones se reúnen para adorarte, (se repite)
¡Oh espíritu inmortal de la antigüedad! (se repite)
C.E.O.
Fuentes:
Durántez, Conrado: La Olimpiadas Modernas, Madrid, 2004, pág. 21 y 22.
Wikipedia
[1] Durántez, Conrado: Olimpia, pág. 30 y siguientes.
[2] Mayer, Otto: A través de los aros olímpicos, Madrid, 1962, pág. 75.
[3] Durántez, Conrado: La historia olímpica, Madrid, 1992, pág. 71.
[4] Coubertin, Pierre: La Revue Olympique, Aout, 1913, pp. 119, 120.
[5] Traducción por www.pekin08.es